Fernando Valverde (Granada, 1980) ha publicado varios libros de poemas entre los que destacan Viento favorable (Diputación de Huelva 2002, Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez), Madrugadas y Razones para huir de una ciudad con frío (Visor, 2004). Una antología de sus poemas, titulada El mar y la lluvia, ha sido publicada en Costa Rica por la Casa de la Poesía de San José. Durante el verano de 2004 apareció en Italia Ragioni (Ediciones Lepisma, Roma), una traducción de su último poemario. Recientemente ha sido galardonado con el premio Federico García Lorca de Poesía. Dirige el Festival Internacional de Poesía de Granada y trabaja como corresponsal de Cultura del diario EL PAÍS en Granada.
Conoce más del autor en su web: http://www.fernandovalverde.com/
EL ÚLTIMO MINUTO
Atlético de Madrid 5 – 1 Real Sociedad
23 de febrero de 1992
A mi abuelo
Ahora que no recuerdas las tardes de mi infancia,
déjame que perfile la luz de tu memoria
arañando del tedio y de la noche
la pasión insolente de los días felices.
El invierno, que devora los rostros
y convierte los labios en heridas,
nos pasó inadvertido.
Nada pudo atrapar
aquel domingo intacto de febrero
que pareció invencible por más que se anunciaran
la niebla y el vacío.
Agarrado a tu brazo
no existía dolor capaz de deslizarse
por las frágiles piernas
del niño que creía en la inmortalidad.
Nunca más ha podido ser posible,
las llagas que dejaron los inviernos
lograron su propósito.
No sentiré aquel viento nunca más,
no volverá aquel frío como un pájaro
capaz de seducir al mundo con su canto.
Porque todos los sueños
mantenían su pulso al despertar
a pesar de que a veces llegasen las derrotas,
aunque llegasen siempre.
Porque siempre he contado con tu brazo
y tu barba afilada.
No va a ser diferente.
El tacto guarda heridas que nadie le reprocha
y en la memoria hay gestos que recuerdan las manos
como el mar se percibe en la brisa salada.
Iba a ser tan feliz que escocería
muchos años después,
cobrando la alegría con lágrimas y noches
tan largas como un río.
Al entrar al estadio,
entre una multitud que nos hacía
anónimos y eternos,
intuí que un instante justifica el vacío,
que no caben mentiras donde habitan
los más nobles propósitos de un hombre.
Y pasó la tristeza inadvertida,
al contrario que Schuster con su melena rubia,
o el regate imposible de Futre ante el portero
para hacer de las redes un destino
donde nunca estorbaron el miedo y la distancia.
Aquellos dos asientos
sobre la fría piedra del invierno,
modestos como el hombre que construye un futuro,
son el lugar más cálido posible,
las más lujosas sábanas
y la ilusión más plena satisfecha.
Ahora que no recuerdas
aquel febrero inmóvil
que me mira, y me escuece, y me provoca
un vacío tan denso como el aire,
y me devuelve el verde de tus ojos
cuando me siento hundido,
y me persigue atento a mis fracasos
y a las desilusiones;
aquel febrero inmóvil será como tus manos,
y el tacto de tu barba
volverá cada vez que un balón acaricie
las redes del futuro en un minuto
que siempre será el último
por mucho que los años me pretendan.
(poema inédito, de un libro en preparación que se llamará Los ojos del pelícano)
EL MERCADO
Vas a venderme el mundo con las manos
pero aún no lo sabes.
Mira tu cuerpo triste,
los ojos que sostienen la lluvia entre los párpados,
tu vientre ya cansado de llorar
lluvia sin dios ni luz para el espíritu.
Vas a venderme el mundoporque siempre fue tuyo y nunca lo quisiste
llevar contigo.
Cansada de estar viva
como todos los vivos que no han visto un cadáver,
vas a venderme el mundo a cambio de un secreto
que apenas vale nada.
Cómo explicarte, virgen de impostura,
que nada se parece al mundo que has creído,
nada existe detrás, tú lo sostienes,
la tierra que en tus manos vale nada
esconde mis secretos y mis dudas.
Qué podría contarte sin concluir en llanto,
préstame tu memoria para besar la tierra
y consiente que el mundo tenga un precio
que no pueda pagar,
un valor añadido por rozarte los dedos.
(poema inédito, de un libro en preparación que se llamará Los ojos del pelícano)
LOS PÁJAROS
Los niños de Managua venden pájaros.
Saben cantar canciones en medio del invierno,
no conocen el frío, apenas han oído hablar del mar,
imaginan la nieve como un momento hermoso
imposible en sus vidas,
conocen el temblor bajo los pies,
cuentan historias tristes mientras la gente huye,
hacen cantar sus pájaros de barro,
hacen sonar el viento como quien pide ayuda
en medio de un naufragio.
Pero todo es naufragio.
Los ahogados, sentados en las plazas,
reconocen la paz que el tiempo ha sometido,
una paz de bandidos y tiranos,
de lunas humilladas en la noche,
de balas que mordieron las espaldas
de algunos hombres pobres. ¿justos?
Los niños de Managua sueñan con ser pelícanos
y buscan un océano,
y golpean sus rostros contra el agua
hasta perder la vista.
Los niños de Managua
tienen las manos llenas de colores,
miran al cielo y vuelan hasta San Juan del Sur,
pierden el miedo al miedo,
logran ser como pájaros
que abandonan las manos de la muerte,
las sucias manos pobres del desierto.
(poema inédito, de un libro en preparación que se llamará Los ojos del pelícano)
MADRUGADAS XII
Y recorrer al niño
que quiso parecerse
al hombre que no ha sido.
Y cada noche verle
llorar en los rincones.
Y cada noche oírle
decir que lo sabía.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
LA APARIENCIA
Una ciudad enferma es un invierno frío,
un invierno tan frío como el dolor sin viento,
un rincón es un verso,
un huracán un águila,
agosto una mentira.
Las cosas nunca son lo que parecen.
Lorca es la luna quieta
sobre el estanque rojo,
Neruda un animal
que se retuerce y llora.
Tampoco los poetas.
Borges cogió del tiempo su descaro,
Vallejo jamás leyó a Cernuda,
Cernuda nunca quiso una mirada
que pudiera salvarle,
Miguel Hernández tuvo
en su mano un fusil,
y Alberti que fue un pájaro
azul como las olas...
Los poemas que duelen son de todos,
la razón de los días está en ti,
el tiempo no comprende la existencia,
y la ciudad aún duerme,
todos duermen...
La noche es un lugar para el olvido.
La niebla nunca suele acomodarse,
los barcos que se hunden son ciudades
en el fondo del mar,
la música es el eco de un lugar muy profundo,
las palabras son cofres que contienen
una parte de ti que pretende ser pájaro.
Y hay un lugar que tiembla,
los lugares que tiemblan son paisajes,
paisajes parecidos a septiembre,
cartas que son espera,
direcciones de viento que procuran
recibir un adiós cuando es octubre
y nada se parece al equilibrio
de aquello que has amado.
La muerte es un instante que ya es nuestro,
el frío una razón para sentir
el calor de los otros.
Nada aquí se parece a su contrario,
este dolor tan simple es un desierto.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
POSTAL DE PRAGA
Quiero traerte al mundo que conozco,
a mi mundo de voces y fantasmas,
de ciudades que tienen un rincón
donde buscar la muerte.
Mi mundo es tan oscuro sin el tuyo...
Ahora miro el Moldava,
el agua se suicida en cada margen,
la ciudad está quieta,
es un dolor sin dioses ni esperanza,
muchas guerras después
aquí la gente huye
de cualquier ilusión pronosticable
y el cuerpo se contagia
de un temblor parecido a la humedad.
Las paredes son grises como el humo,
hay un final después de las palabras
que parece romperse.
Y en Vysehrad se mueren las palomas,
el invierno es tan frío que resulta
una herida en las manos y en los pies.
Pero aquí nadie tiembla, todos saben
que es cuestión de fortuna y de equilibrio.
Todos creen en la espera.
Y el dolor se acostumbra,
el tiempo se acostumbra,
el miedo y la tristeza se acostumbran
a vivir sin rencor.
Nada tiende a romperse, todo queda
empapado después de una tormenta,
de una frágil tormenta que sostiene
un milagro de voces,
un dolor tan amargo como el frío.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
SOLILOQUIO DEL OLVIDO
La vida es una cena de valientes,
las cosas que mirabas no eran nada
a pesar del calor que concedían...
Pero llega el olvido y lo demuestra,
te concede la paz y te acostumbra
a vivir sin refugios ni banderas.
Mira a tu alrededor,
las cosas giran,
el mundo está en constante movimiento...
Es tan fácil perder si estamos quietos.
Y corre, grita, huye,
encuentra un corazón en la avenida,
que la ciudad no pueda traicionarte.
Sobrevive y después coge tus dudas,
el mundo nunca entiende de equipajes...
Demasiado pesados tus recuerdos,
tus justas de otros años,
tu nostalgia y tu rabia,
tu desidia,
la pasión con que besas,
las cartas que no escribes.
Las cosas que no existen pesan más,
es otro de los giros que entenderás más tarde.
Y deja atrás tus miedos,
hoy se anuncia una guerra,
¿acaso crees que todo es previsible?,
no existe gente justa si no habitan
un interés tan justo que lo iguale.
Por eso, llegado el momento,
busca en ti, disimula,
recuerda algún poema...
No hay respuesta posible que no habite en ti mismo.
Y entonces volverás
a sonreír despacio,
no porque recuperes las cosas que perdiste,
no por ganar batallas que el mundo te negaba,
no por el éxito, o por los homenajes,
será sólo un segundo, tal vez en soledad,
un segundo que ponga las cartas en la mesa
y le dé a cada rostro el nombre que merece.
Entonces no te asustes si todos están lejos.
El amor nunca entiende de tiempos ni ciudades,
tampoco de razones para huir
de una ciudad con frío.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
(MADRUGADAS XIV)
Ven y dime al oído
que te has vestido hoy
pensando en desvestirte frente a mí.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
Ahora que no recuerdas las tardes de mi infancia,
déjame que perfile la luz de tu memoria
arañando del tedio y de la noche
la pasión insolente de los días felices.
El invierno, que devora los rostros
y convierte los labios en heridas,
nos pasó inadvertido.
Nada pudo atrapar
aquel domingo intacto de febrero
que pareció invencible por más que se anunciaran
la niebla y el vacío.
Agarrado a tu brazo
no existía dolor capaz de deslizarse
por las frágiles piernas
del niño que creía en la inmortalidad.
Nunca más ha podido ser posible,
las llagas que dejaron los inviernos
lograron su propósito.
No sentiré aquel viento nunca más,
no volverá aquel frío como un pájaro
capaz de seducir al mundo con su canto.
Porque todos los sueños
mantenían su pulso al despertar
a pesar de que a veces llegasen las derrotas,
aunque llegasen siempre.
Porque siempre he contado con tu brazo
y tu barba afilada.
No va a ser diferente.
El tacto guarda heridas que nadie le reprocha
y en la memoria hay gestos que recuerdan las manos
como el mar se percibe en la brisa salada.
Iba a ser tan feliz que escocería
muchos años después,
cobrando la alegría con lágrimas y noches
tan largas como un río.
Al entrar al estadio,
entre una multitud que nos hacía
anónimos y eternos,
intuí que un instante justifica el vacío,
que no caben mentiras donde habitan
los más nobles propósitos de un hombre.
Y pasó la tristeza inadvertida,
al contrario que Schuster con su melena rubia,
o el regate imposible de Futre ante el portero
para hacer de las redes un destino
donde nunca estorbaron el miedo y la distancia.
Aquellos dos asientos
sobre la fría piedra del invierno,
modestos como el hombre que construye un futuro,
son el lugar más cálido posible,
las más lujosas sábanas
y la ilusión más plena satisfecha.
Ahora que no recuerdas
aquel febrero inmóvil
que me mira, y me escuece, y me provoca
un vacío tan denso como el aire,
y me devuelve el verde de tus ojos
cuando me siento hundido,
y me persigue atento a mis fracasos
y a las desilusiones;
aquel febrero inmóvil será como tus manos,
y el tacto de tu barba
volverá cada vez que un balón acaricie
las redes del futuro en un minuto
que siempre será el último
por mucho que los años me pretendan.
(poema inédito, de un libro en preparación que se llamará Los ojos del pelícano)
EL MERCADO
Vas a venderme el mundo con las manos
pero aún no lo sabes.
Mira tu cuerpo triste,
los ojos que sostienen la lluvia entre los párpados,
tu vientre ya cansado de llorar
lluvia sin dios ni luz para el espíritu.
Vas a venderme el mundoporque siempre fue tuyo y nunca lo quisiste
llevar contigo.
Cansada de estar viva
como todos los vivos que no han visto un cadáver,
vas a venderme el mundo a cambio de un secreto
que apenas vale nada.
Cómo explicarte, virgen de impostura,
que nada se parece al mundo que has creído,
nada existe detrás, tú lo sostienes,
la tierra que en tus manos vale nada
esconde mis secretos y mis dudas.
Qué podría contarte sin concluir en llanto,
préstame tu memoria para besar la tierra
y consiente que el mundo tenga un precio
que no pueda pagar,
un valor añadido por rozarte los dedos.
(poema inédito, de un libro en preparación que se llamará Los ojos del pelícano)
LOS PÁJAROS
Los niños de Managua venden pájaros.
Saben cantar canciones en medio del invierno,
no conocen el frío, apenas han oído hablar del mar,
imaginan la nieve como un momento hermoso
imposible en sus vidas,
conocen el temblor bajo los pies,
cuentan historias tristes mientras la gente huye,
hacen cantar sus pájaros de barro,
hacen sonar el viento como quien pide ayuda
en medio de un naufragio.
Pero todo es naufragio.
Los ahogados, sentados en las plazas,
reconocen la paz que el tiempo ha sometido,
una paz de bandidos y tiranos,
de lunas humilladas en la noche,
de balas que mordieron las espaldas
de algunos hombres pobres. ¿justos?
Los niños de Managua sueñan con ser pelícanos
y buscan un océano,
y golpean sus rostros contra el agua
hasta perder la vista.
Los niños de Managua
tienen las manos llenas de colores,
miran al cielo y vuelan hasta San Juan del Sur,
pierden el miedo al miedo,
logran ser como pájaros
que abandonan las manos de la muerte,
las sucias manos pobres del desierto.
(poema inédito, de un libro en preparación que se llamará Los ojos del pelícano)
MADRUGADAS XII
Y recorrer al niño
que quiso parecerse
al hombre que no ha sido.
Y cada noche verle
llorar en los rincones.
Y cada noche oírle
decir que lo sabía.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
LA APARIENCIA
Una ciudad enferma es un invierno frío,
un invierno tan frío como el dolor sin viento,
un rincón es un verso,
un huracán un águila,
agosto una mentira.
Las cosas nunca son lo que parecen.
Lorca es la luna quieta
sobre el estanque rojo,
Neruda un animal
que se retuerce y llora.
Tampoco los poetas.
Borges cogió del tiempo su descaro,
Vallejo jamás leyó a Cernuda,
Cernuda nunca quiso una mirada
que pudiera salvarle,
Miguel Hernández tuvo
en su mano un fusil,
y Alberti que fue un pájaro
azul como las olas...
Los poemas que duelen son de todos,
la razón de los días está en ti,
el tiempo no comprende la existencia,
y la ciudad aún duerme,
todos duermen...
La noche es un lugar para el olvido.
La niebla nunca suele acomodarse,
los barcos que se hunden son ciudades
en el fondo del mar,
la música es el eco de un lugar muy profundo,
las palabras son cofres que contienen
una parte de ti que pretende ser pájaro.
Y hay un lugar que tiembla,
los lugares que tiemblan son paisajes,
paisajes parecidos a septiembre,
cartas que son espera,
direcciones de viento que procuran
recibir un adiós cuando es octubre
y nada se parece al equilibrio
de aquello que has amado.
La muerte es un instante que ya es nuestro,
el frío una razón para sentir
el calor de los otros.
Nada aquí se parece a su contrario,
este dolor tan simple es un desierto.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
POSTAL DE PRAGA
Quiero traerte al mundo que conozco,
a mi mundo de voces y fantasmas,
de ciudades que tienen un rincón
donde buscar la muerte.
Mi mundo es tan oscuro sin el tuyo...
Ahora miro el Moldava,
el agua se suicida en cada margen,
la ciudad está quieta,
es un dolor sin dioses ni esperanza,
muchas guerras después
aquí la gente huye
de cualquier ilusión pronosticable
y el cuerpo se contagia
de un temblor parecido a la humedad.
Las paredes son grises como el humo,
hay un final después de las palabras
que parece romperse.
Y en Vysehrad se mueren las palomas,
el invierno es tan frío que resulta
una herida en las manos y en los pies.
Pero aquí nadie tiembla, todos saben
que es cuestión de fortuna y de equilibrio.
Todos creen en la espera.
Y el dolor se acostumbra,
el tiempo se acostumbra,
el miedo y la tristeza se acostumbran
a vivir sin rencor.
Nada tiende a romperse, todo queda
empapado después de una tormenta,
de una frágil tormenta que sostiene
un milagro de voces,
un dolor tan amargo como el frío.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
SOLILOQUIO DEL OLVIDO
La vida es una cena de valientes,
las cosas que mirabas no eran nada
a pesar del calor que concedían...
Pero llega el olvido y lo demuestra,
te concede la paz y te acostumbra
a vivir sin refugios ni banderas.
Mira a tu alrededor,
las cosas giran,
el mundo está en constante movimiento...
Es tan fácil perder si estamos quietos.
Y corre, grita, huye,
encuentra un corazón en la avenida,
que la ciudad no pueda traicionarte.
Sobrevive y después coge tus dudas,
el mundo nunca entiende de equipajes...
Demasiado pesados tus recuerdos,
tus justas de otros años,
tu nostalgia y tu rabia,
tu desidia,
la pasión con que besas,
las cartas que no escribes.
Las cosas que no existen pesan más,
es otro de los giros que entenderás más tarde.
Y deja atrás tus miedos,
hoy se anuncia una guerra,
¿acaso crees que todo es previsible?,
no existe gente justa si no habitan
un interés tan justo que lo iguale.
Por eso, llegado el momento,
busca en ti, disimula,
recuerda algún poema...
No hay respuesta posible que no habite en ti mismo.
Y entonces volverás
a sonreír despacio,
no porque recuperes las cosas que perdiste,
no por ganar batallas que el mundo te negaba,
no por el éxito, o por los homenajes,
será sólo un segundo, tal vez en soledad,
un segundo que ponga las cartas en la mesa
y le dé a cada rostro el nombre que merece.
Entonces no te asustes si todos están lejos.
El amor nunca entiende de tiempos ni ciudades,
tampoco de razones para huir
de una ciudad con frío.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
(MADRUGADAS XIV)
Ven y dime al oído
que te has vestido hoy
pensando en desvestirte frente a mí.
(De Razones para huir de una ciudad con frío)
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